Ilustración: Miguel Torres
La diferencia: ¿novela o cuento?
Capítulo 3
Capítulo 3
Cada asunto literario tiene sus modos. Yo diría ahora, munido de alguna experiencia, que a esos modos los determina el asunto mismo. El trabajo está en determinar cómo el asunto quiere ser escrito. En cuanto se halla el cómo correcto, gran parte de las dificultades del escribir desaparecen (Escobar Velásquez, 2001: 134).
Entre novela y cuento, ¿cuál es la diferencia?: el propósito de este capítulo es exponer algunos elementos tendentes a aclarar esta disyuntiva: ¿qué es lo uno y qué lo otro?, ¿cuáles son los límites, las características, los alcances de cada uno de estos géneros literarios?
Algunos autores hablan de la extensión como uno de los criterios que establece la diferencia e, incluso, hasta se habla de cantidad de palabras. Pero, ¿qué dice el novelista, objeto de este trabajo? Es sus talleres, Escobar solía exponer que la extensión, por sí sola, no era suficiente para darle categoría de novela a un texto narrativo y, por lo mismo, catalogaba a El viejo y el mar, de Hemingway, a pesar de su extensión, como un cuento.
Lo mismo que el cuento mencionado de Hemingway, de este mismo autor es Adiós a las armas: una obra también considerablemente extensa, pero clasificada, sin lugar a dudas, en el género de novela. En coherencia con lo dicho, Escobar Velásquez tenía igual opinión para Marimonda, de su autoría, que para el caso mencionado de El viejo y el mar: ambos eran considerados cuentos largos.
Así es que hay otras características que pesan más que la simple extensión y, quizá, ésta venga más bien por añadidura, como una consecuencia de otras de mayor peso. Entonces, ¿en dónde está la diferencia?
En el taller de escritores Escobar Velásquez despejaba el camino con palabras como las que se parafrasean a continuación: la novela tiene múltiples ramificaciones, el cuento una. En la novela se presenta una serie de acontecimientos que están amarrados de alguna manera; en el cuento, hay un acontecimiento alrededor del cual se desarrolla el texto. El cuento tiene un personaje, la novela muchos. La novela es una trama, un tejido; el cuento tiene tan solo un hilo conductor. El cuento es una sola línea, mientras que la novela son muchas líneas que se entrecruzan. Dos capítulos, por ejemplo, pueden presentarse como dos historias sin aparente relación, pero, en realidad, tienen algo que los une, que los amarra para que no queden sueltos. Es este amarre lo que permitirá, más adelante, volver a ellos para fusionarlos.
Por otro lado, y en afinidad con lo anterior, Silvia Adela Kohan (1998) dice: “La novela va y viene; el cuento se concentra en un suceso único” (p.15). Y, parafraseando también a la misma autora, hay que entender que este ir y venir que caracteriza a la novela no puede ser fruto del azar o la improvisación, sino que debe obedecer a la planeación; no puede ir dando tumbos, sino que sus cambios de dirección deben estar entramados. El cuento, en cambio, va en una dirección, avanzando; éste no resiste los ires y venires.
Entonces, el cuento tiene una columna vertebral que lo sostiene; la novela tiene varias. En un cuento nada puede sobrar, todo lo que se diga tiene que apuntar a resolver un asunto, que es su filosofía. Cuando Escobar Velásquez prologó la obra de López Gómez aportó en mucho a la claridad de estos dos géneros literarios:
En la novela se plantean muchas cosas que se dejan aparentemente en punta, pero luego se vuelve por ellas. En el cuento, hay un planteamiento que se trabaja hasta “agotarlo”. La novela puede tener uno o varios entornos; en ella hay una o varias historias que se entrecruzan. En el cuento no puede haber más de una historia, con su entorno y es en él en donde se desarrolla la acción. El no atenerse a esta norma, invalida el cuento: “Es este error, el de la duplicidad, el que quizá ha arruinado más cuentos de escritores colombianos: es posible detectarlo cuando uno lee los arrumes que llegan a los concursos, si uno es jurado” (p. 5).
En su taller, este escritor solía comparar la creación de una novela con la tarea de transportar manualmente una cantidad de objetos de valor para uno: para hacerlo, es necesario llevar algunos hasta un sitio en donde todavía se vea los que quedan. Se dejan allí los primeros y se vuelve por otros, y así se sigue haciendo hasta pasarlos todos. Al terminar se avanza un tramo más, hasta otro sitio visible. De no hacerlo así, podrían perderse los objetos. Igual en la novela: se lleva un capítulo hasta cierta parte, se deja y se avanza con otro, pero sin perder de vista el primero. Esto es fundamental para que no se pierda ninguno de ellos.
La novela lo dice todo, el cuento deja la intriga. Es como si el cuento fuera solo una parte de lo que se relata, y la novela la historia completa. Como si, en el cuento, se narrara lo que le sucede a un personaje en un momento dado, lo cual necesariamente va a producir ciertos cambios en él, pero se acaba el cuento sin que pueda verse la manifestación de esos cambios. En la novela sí puede verse a la persona en su nuevo estado; sí hay tiempo para ello.
Esto sucede porque el cuentista busca la síntesis, en tanto que el novelista se explaya. Síntesis ésta que fue definida en Disquisiciones alrededor del cuento y del oficio de escribir, publicada en la Antología comentada del cuento antioqueño: “Entendemos por síntesis la carencia absoluta de postizos o agregados” (Escobar Velásquez, 2007: 4). Al novelista, en cambio, se le permite abarcar todo cuanto desee en una misma novela. Es una obra elástica, amplia, lenta, mientras en el cuento suceden las cosas más rápidamente, nada sobra en él, nada de él es superfluo. El cuento exige precisión, la novela admite dilación. En ella está lo plural, la diversidad. En él está la unidad, lo singular. En ella cabe todo, en él solo una cosa. La novela es una obra en la que, aunque a veces se permiten "algunos errores”, o “caídas de tensión", o de “atención del lector”, como decía Escobar Velásquez, se hace necesaria una planificación rigurosa para que estas “imperfecciones”, cuando las haya, solamente impliquen una momentánea pérdida de la tensión y atención del lector, de manera que éste pueda mantenerse ahí, pegado al texto, durante sus tantas páginas. El cuento, aun siendo perfecto, no requiere necesariamente una planificación tan detallada como la novela. Es posible escribir un cuento sin mucha planificación, pero no una novela.
Además de lo que pudo haberse resuelto con los ejemplos anteriores acerca de las diferencias entre estos dos géneros literarios, hay una característica especial que aportan los personajes, sobre lo cual, de ordinario, discernía Escobar Velásquez en su taller: en la novela hay varios, muchos personajes que caminan por todos lados. En el cuento solo hay uno: cuando se presentan más, son como extensiones de éste, y todos van para un mismo sitio. Los personajes de un cuento, cuando hay varios, se funden en uno solo; es como la palanca y el punto de apoyo: no tiene sentido hablar del uno sin el otro. En una novela es cosa diferente: son varios los personajes, cada uno de ellos independiente del otro; o, por lo menos, no necesariamente unos fundidos en otros. Estas apreciaciones acerca del papel del personaje, también son sintetizadas en Disquisiciones alrededor del cuento y del oficio de escribir de la siguiente manera:
Ahora bien, las buenas obras hablan por sí mismas de estas características. Para el caso tomemos, del escritor que es objeto de este análisis, dos ejemplos que muestran la coherencia entre su pensamiento y su obra: la novela Tierra de cementerio y el cuento La indomable:
En la novela Tierra de cementerio, Escobar Velásquez abre el relato con un capítulo en el que aparece, en el pueblo en el que se desarrollan los hechos, Gloria, una hermosa prostituta, cuyo carácter y posición en el entorno queda resuelto casi por completo en este capítulo. En cambio, Leonidas, Alaín y don Cleo, quienes se afanan por ser cada uno el primero en poseer a Gloria, apenas sí se pintan en esta primera parte. Así, en este capítulo, Gloria es el centro de atención, así como poseerla de primero es el asunto en torno al cual gira el relato. Luego, en el segundo capítulo, el carácter de estos tres personajes masculinos se ajusta mientras que Gloria se ha quedado relegada, esperando hasta cuando el escritor “vuelva por ella”, en un capítulo posterior. Ellos, en cambio, son ahora el centro, a la vez que aparecen Marucha y su tía doña Marta, Cecilia y, someramente, el Cura, tío de esta última. Este capítulo es motivado por la relación que empieza gestarse entre Leonidas con Cecilia, por un lado, y Alaín con Marucha, por otro. Óscar y don Jacinto llegan al capítulo tercero, pintados a través de sus acciones, perversas las de aquel y politiqueras las de éste, en tanto que empieza a dibujarse la personalidad de Agustín. Este personaje, Agustín Patarroyo, se resuelve completamente en el cuarto capítulo, de manera que, así como nace, prácticamente muere. Luego, en el siguiente capítulo, el escritor va por Gloria, que estaba esperando desde el comienzo de la novela a que se resolvieran las andanzas de quien iría a estar en contacto con ella por algún rato. De manera que no solamente el escritor fue por ella, sino también Alaín, su personaje, quien cambia a la Marucha por la gloria de estar con Gloria. A continuación, y habiendo sido descritos ya, no con palabras sino mediante sus comportamientos, los caracteres de todos estos personajes, el escritor establece la necesaria relación entre ellos, dejando que Oscar entre de nuevo en escena, y configurando a Aura, un nuevo personaje que jugará un importante papel en la novela, dada su firme personalidad que no transige con las costumbres marcadamente conservadoras de las gentes del pueblo. A estas alturas, la novela ha tomado un rumbo determinado por aquella asquerosa y perversa politiquería que caracterizó a la llamada “época de la violencia” en Colombia. Pero, para mi argumento, importaba mostrar la gran variedad de asuntos, los numerosos personajes, sus distintas personalidades y múltiples entornos que se entrecruzan para darle a la obra esa particular característica que tiene el género literario de la novela.
Por otro lado, y para continuar con el análisis comparativo que traía entre cuento y novela, tomemos el cuento La indomable que, en opinión de Escobar Velásquez (y también en la mía), es su mejor cuento. Se trata de una historia narrada en primera persona cuyo personaje narrador, El culebro, es apenas un medio para encontrar al verdadero personaje, al principal, quien sostiene al cuento y le da tal categoría. El Culebro pilotea un helicóptero hacia las selvas amazónicas ecuatorianas, buscando emplearse en una compañía petrolera gringa en el oficio de transportador de tuberías para el oleoducto. Ese es el propósito de El Culebro que, por no ser narrador omnisciente, desconoce para qué fue puesto allí por el escritor. Tampoco uno como lector, por supuesto, conoce el desenlace. Lo que sí sabe uno es que ni El Culebro ni dos pilotos más, que éste conoce en el campamento, ni su jefe, tienen categoría de personaje principal en el cuento. La narración sigue una línea recta, sin que el narrador se ocupe de otras historias paralelas que coquetean para que sean contadas, como lo que pudiera ocurrir con las prostitutas que cada fin de semana eran llevadas hasta el campamento en los dos helicópteros que trabajaban para la empresa gringa. Muchos les hacían fila a ellas, mas no El Culebro. Si así fuera, siendo éste el personaje narrador, tendría que contar, indefectiblemente, lo que pasaba al interior de la habitación. Entonces él solamente miraba hacia la fila y se entretenía calculando el tiempo que tardaba cada uno dentro. Uno sabe que El Culebro está allí para contar algo más grande. Y, de pronto, la narración se enrumba hacia un desenlace en el que aparece, con toda la magnificencia que el cuento en su grandeza obliga, La Indomable. Es cuando el lector corrobora que todos los demás personajes fueron solamente, o un complemento de La Indomable, como El Culebro, o una extensión de ella, como su hijo.
Pero éstos, los personajes, serán asunto de otro capítulo. Por lo pronto, valga anotar que la opinión muchas veces expresada por Mario Escobar respecto a que, tanto en cuento como en novela, hacen más daño las sobras que las carencias, puede corroborarse en lo anotado en los dos párrafos anteriores respecto a la novela Tierra de cementerio y al cuento La indomable.
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Entre novela y cuento, ¿cuál es la diferencia?: el propósito de este capítulo es exponer algunos elementos tendentes a aclarar esta disyuntiva: ¿qué es lo uno y qué lo otro?, ¿cuáles son los límites, las características, los alcances de cada uno de estos géneros literarios?
Algunos autores hablan de la extensión como uno de los criterios que establece la diferencia e, incluso, hasta se habla de cantidad de palabras. Pero, ¿qué dice el novelista, objeto de este trabajo? Es sus talleres, Escobar solía exponer que la extensión, por sí sola, no era suficiente para darle categoría de novela a un texto narrativo y, por lo mismo, catalogaba a El viejo y el mar, de Hemingway, a pesar de su extensión, como un cuento.
Lo mismo que el cuento mencionado de Hemingway, de este mismo autor es Adiós a las armas: una obra también considerablemente extensa, pero clasificada, sin lugar a dudas, en el género de novela. En coherencia con lo dicho, Escobar Velásquez tenía igual opinión para Marimonda, de su autoría, que para el caso mencionado de El viejo y el mar: ambos eran considerados cuentos largos.
Así es que hay otras características que pesan más que la simple extensión y, quizá, ésta venga más bien por añadidura, como una consecuencia de otras de mayor peso. Entonces, ¿en dónde está la diferencia?
En el taller de escritores Escobar Velásquez despejaba el camino con palabras como las que se parafrasean a continuación: la novela tiene múltiples ramificaciones, el cuento una. En la novela se presenta una serie de acontecimientos que están amarrados de alguna manera; en el cuento, hay un acontecimiento alrededor del cual se desarrolla el texto. El cuento tiene un personaje, la novela muchos. La novela es una trama, un tejido; el cuento tiene tan solo un hilo conductor. El cuento es una sola línea, mientras que la novela son muchas líneas que se entrecruzan. Dos capítulos, por ejemplo, pueden presentarse como dos historias sin aparente relación, pero, en realidad, tienen algo que los une, que los amarra para que no queden sueltos. Es este amarre lo que permitirá, más adelante, volver a ellos para fusionarlos.
Por otro lado, y en afinidad con lo anterior, Silvia Adela Kohan (1998) dice: “La novela va y viene; el cuento se concentra en un suceso único” (p.15). Y, parafraseando también a la misma autora, hay que entender que este ir y venir que caracteriza a la novela no puede ser fruto del azar o la improvisación, sino que debe obedecer a la planeación; no puede ir dando tumbos, sino que sus cambios de dirección deben estar entramados. El cuento, en cambio, va en una dirección, avanzando; éste no resiste los ires y venires.
Entonces, el cuento tiene una columna vertebral que lo sostiene; la novela tiene varias. En un cuento nada puede sobrar, todo lo que se diga tiene que apuntar a resolver un asunto, que es su filosofía. Cuando Escobar Velásquez prologó la obra de López Gómez aportó en mucho a la claridad de estos dos géneros literarios:
…en su habitual extensión de unas cuantas páginas, el cuento no tolera errores, ni menguas: se notan de inmediato, tanto como se nota una cicatriz en un rostro. Puede decirse que el cuento tiene que ser la perfección, o no hay cuento. Puede decirse que el buen cuento es memorable e imborrable.
En su más dilatada extensión, la novela, en cambio, soporta mejor los errores, las caídas de la tensión, y de la atención del lector. Lo cual no quiere decir que las buenas novelas no sean también algo que lleve en sí la minuciosidad del cuento. Las imborrables, digo (p. 7).
En la novela se plantean muchas cosas que se dejan aparentemente en punta, pero luego se vuelve por ellas. En el cuento, hay un planteamiento que se trabaja hasta “agotarlo”. La novela puede tener uno o varios entornos; en ella hay una o varias historias que se entrecruzan. En el cuento no puede haber más de una historia, con su entorno y es en él en donde se desarrolla la acción. El no atenerse a esta norma, invalida el cuento: “Es este error, el de la duplicidad, el que quizá ha arruinado más cuentos de escritores colombianos: es posible detectarlo cuando uno lee los arrumes que llegan a los concursos, si uno es jurado” (p. 5).
En su taller, este escritor solía comparar la creación de una novela con la tarea de transportar manualmente una cantidad de objetos de valor para uno: para hacerlo, es necesario llevar algunos hasta un sitio en donde todavía se vea los que quedan. Se dejan allí los primeros y se vuelve por otros, y así se sigue haciendo hasta pasarlos todos. Al terminar se avanza un tramo más, hasta otro sitio visible. De no hacerlo así, podrían perderse los objetos. Igual en la novela: se lleva un capítulo hasta cierta parte, se deja y se avanza con otro, pero sin perder de vista el primero. Esto es fundamental para que no se pierda ninguno de ellos.
La novela lo dice todo, el cuento deja la intriga. Es como si el cuento fuera solo una parte de lo que se relata, y la novela la historia completa. Como si, en el cuento, se narrara lo que le sucede a un personaje en un momento dado, lo cual necesariamente va a producir ciertos cambios en él, pero se acaba el cuento sin que pueda verse la manifestación de esos cambios. En la novela sí puede verse a la persona en su nuevo estado; sí hay tiempo para ello.
Esto sucede porque el cuentista busca la síntesis, en tanto que el novelista se explaya. Síntesis ésta que fue definida en Disquisiciones alrededor del cuento y del oficio de escribir, publicada en la Antología comentada del cuento antioqueño: “Entendemos por síntesis la carencia absoluta de postizos o agregados” (Escobar Velásquez, 2007: 4). Al novelista, en cambio, se le permite abarcar todo cuanto desee en una misma novela. Es una obra elástica, amplia, lenta, mientras en el cuento suceden las cosas más rápidamente, nada sobra en él, nada de él es superfluo. El cuento exige precisión, la novela admite dilación. En ella está lo plural, la diversidad. En él está la unidad, lo singular. En ella cabe todo, en él solo una cosa. La novela es una obra en la que, aunque a veces se permiten "algunos errores”, o “caídas de tensión", o de “atención del lector”, como decía Escobar Velásquez, se hace necesaria una planificación rigurosa para que estas “imperfecciones”, cuando las haya, solamente impliquen una momentánea pérdida de la tensión y atención del lector, de manera que éste pueda mantenerse ahí, pegado al texto, durante sus tantas páginas. El cuento, aun siendo perfecto, no requiere necesariamente una planificación tan detallada como la novela. Es posible escribir un cuento sin mucha planificación, pero no una novela.
Además de lo que pudo haberse resuelto con los ejemplos anteriores acerca de las diferencias entre estos dos géneros literarios, hay una característica especial que aportan los personajes, sobre lo cual, de ordinario, discernía Escobar Velásquez en su taller: en la novela hay varios, muchos personajes que caminan por todos lados. En el cuento solo hay uno: cuando se presentan más, son como extensiones de éste, y todos van para un mismo sitio. Los personajes de un cuento, cuando hay varios, se funden en uno solo; es como la palanca y el punto de apoyo: no tiene sentido hablar del uno sin el otro. En una novela es cosa diferente: son varios los personajes, cada uno de ellos independiente del otro; o, por lo menos, no necesariamente unos fundidos en otros. Estas apreciaciones acerca del papel del personaje, también son sintetizadas en Disquisiciones alrededor del cuento y del oficio de escribir de la siguiente manera:
El cuento mueve de ordinario a un personaje principal, con una sola historia, un entorno, solamente un tono, y básicamente dedicándose a una faceta de un asunto. La novela carga con multitud de personajes (en algunas se dan por gruesas), y sus escenarios son muchos y varios y sus historias son profusas y se entrelazan. Pero por sobre todo la novela analiza los temas hasta su fondo. Por lo mismo en ella se toleran mejor, pormenores que serían dañinos en el cuento, como añadidos, o colas. Porque la novela es la prolijidad, la minucia, el detenimiento (p. 9).
Ahora bien, las buenas obras hablan por sí mismas de estas características. Para el caso tomemos, del escritor que es objeto de este análisis, dos ejemplos que muestran la coherencia entre su pensamiento y su obra: la novela Tierra de cementerio y el cuento La indomable:
En la novela Tierra de cementerio, Escobar Velásquez abre el relato con un capítulo en el que aparece, en el pueblo en el que se desarrollan los hechos, Gloria, una hermosa prostituta, cuyo carácter y posición en el entorno queda resuelto casi por completo en este capítulo. En cambio, Leonidas, Alaín y don Cleo, quienes se afanan por ser cada uno el primero en poseer a Gloria, apenas sí se pintan en esta primera parte. Así, en este capítulo, Gloria es el centro de atención, así como poseerla de primero es el asunto en torno al cual gira el relato. Luego, en el segundo capítulo, el carácter de estos tres personajes masculinos se ajusta mientras que Gloria se ha quedado relegada, esperando hasta cuando el escritor “vuelva por ella”, en un capítulo posterior. Ellos, en cambio, son ahora el centro, a la vez que aparecen Marucha y su tía doña Marta, Cecilia y, someramente, el Cura, tío de esta última. Este capítulo es motivado por la relación que empieza gestarse entre Leonidas con Cecilia, por un lado, y Alaín con Marucha, por otro. Óscar y don Jacinto llegan al capítulo tercero, pintados a través de sus acciones, perversas las de aquel y politiqueras las de éste, en tanto que empieza a dibujarse la personalidad de Agustín. Este personaje, Agustín Patarroyo, se resuelve completamente en el cuarto capítulo, de manera que, así como nace, prácticamente muere. Luego, en el siguiente capítulo, el escritor va por Gloria, que estaba esperando desde el comienzo de la novela a que se resolvieran las andanzas de quien iría a estar en contacto con ella por algún rato. De manera que no solamente el escritor fue por ella, sino también Alaín, su personaje, quien cambia a la Marucha por la gloria de estar con Gloria. A continuación, y habiendo sido descritos ya, no con palabras sino mediante sus comportamientos, los caracteres de todos estos personajes, el escritor establece la necesaria relación entre ellos, dejando que Oscar entre de nuevo en escena, y configurando a Aura, un nuevo personaje que jugará un importante papel en la novela, dada su firme personalidad que no transige con las costumbres marcadamente conservadoras de las gentes del pueblo. A estas alturas, la novela ha tomado un rumbo determinado por aquella asquerosa y perversa politiquería que caracterizó a la llamada “época de la violencia” en Colombia. Pero, para mi argumento, importaba mostrar la gran variedad de asuntos, los numerosos personajes, sus distintas personalidades y múltiples entornos que se entrecruzan para darle a la obra esa particular característica que tiene el género literario de la novela.
Por otro lado, y para continuar con el análisis comparativo que traía entre cuento y novela, tomemos el cuento La indomable que, en opinión de Escobar Velásquez (y también en la mía), es su mejor cuento. Se trata de una historia narrada en primera persona cuyo personaje narrador, El culebro, es apenas un medio para encontrar al verdadero personaje, al principal, quien sostiene al cuento y le da tal categoría. El Culebro pilotea un helicóptero hacia las selvas amazónicas ecuatorianas, buscando emplearse en una compañía petrolera gringa en el oficio de transportador de tuberías para el oleoducto. Ese es el propósito de El Culebro que, por no ser narrador omnisciente, desconoce para qué fue puesto allí por el escritor. Tampoco uno como lector, por supuesto, conoce el desenlace. Lo que sí sabe uno es que ni El Culebro ni dos pilotos más, que éste conoce en el campamento, ni su jefe, tienen categoría de personaje principal en el cuento. La narración sigue una línea recta, sin que el narrador se ocupe de otras historias paralelas que coquetean para que sean contadas, como lo que pudiera ocurrir con las prostitutas que cada fin de semana eran llevadas hasta el campamento en los dos helicópteros que trabajaban para la empresa gringa. Muchos les hacían fila a ellas, mas no El Culebro. Si así fuera, siendo éste el personaje narrador, tendría que contar, indefectiblemente, lo que pasaba al interior de la habitación. Entonces él solamente miraba hacia la fila y se entretenía calculando el tiempo que tardaba cada uno dentro. Uno sabe que El Culebro está allí para contar algo más grande. Y, de pronto, la narración se enrumba hacia un desenlace en el que aparece, con toda la magnificencia que el cuento en su grandeza obliga, La Indomable. Es cuando el lector corrobora que todos los demás personajes fueron solamente, o un complemento de La Indomable, como El Culebro, o una extensión de ella, como su hijo.
Pero éstos, los personajes, serán asunto de otro capítulo. Por lo pronto, valga anotar que la opinión muchas veces expresada por Mario Escobar respecto a que, tanto en cuento como en novela, hacen más daño las sobras que las carencias, puede corroborarse en lo anotado en los dos párrafos anteriores respecto a la novela Tierra de cementerio y al cuento La indomable.