Ilustración: Hernán Marín
Solidaridad indígena
Cuando la indígena trataba de acomodar a su hijito sobre la espalda, sucedió que, de súbito, el pequeño quedó con la cadera por sobre los trapos que le servían de sostén, de tal suerte que se dobló involuntariamente por las rodillas. Su madre trató de sostenerlo, echando los brazos hacia atrás. Abría y cerraba las manos en un apresurado empeño por asirlo por alguna de las partes de su endeble cuerpecito. Pero fue inútil: el pequeño cayó al piso sin que la madre pudiera detener la caída. El ruido de la cabeza contra la acera fue ahogado por el del tren metropolitano que pasaba alto, por sobre el viaducto.
Vino entonces la hermana de la madre para ayudar a la desventurada. Le recibió al pequeño, que ya lo tenía en brazos, y empezó a acomodarlo en la espalda de la madre. Luego, habiendo terminado de apretar bien los trapos, tomó de la mano a su hermana y caminaron las dos, alejándose de mí. En ese momento pude ver bien el bultico que formaba el muñeco, con cuerpo de trapo y cabeza de plástico, amarrado contra la espalda de la niña.
Vino entonces la hermana de la madre para ayudar a la desventurada. Le recibió al pequeño, que ya lo tenía en brazos, y empezó a acomodarlo en la espalda de la madre. Luego, habiendo terminado de apretar bien los trapos, tomó de la mano a su hermana y caminaron las dos, alejándose de mí. En ese momento pude ver bien el bultico que formaba el muñeco, con cuerpo de trapo y cabeza de plástico, amarrado contra la espalda de la niña.