Ilustración: Hernán Marín
“Se murió otra muchachita porque se hizo arreglar el culo: ojalá aprendan esas vanidosas”
La opinión es un dictamen que se emite gracias a la facultad que tiene el ser humano de reflexionar sobre un determinado asunto que le perturba el ánimo. La opinión es motivadora de controversia precisamente por su carácter subjetivo y, valga decirlo, muchos han sido juzgados y hasta asesinados por la poca tolerancia que tienen otros a maneras de pensar diferentes a las propias.
Aunque ésta debe ser una de las razones por las que a veces no se opina, considero que la mayor razón que hay para ello es la incapacidad que muchas veces tenemos para formarnos juicios propios. Es cuando “nos pegamos” de lo que otros han dicho y hasta lo consideramos como un razonamiento nuestro.
La opinión se funda en el intelecto de cada quien y cada quien es libre de expresarla o no, según su parecer y según también su capacidad discursiva, lo cual no es indicador de la validez del dictamen al que se hace referencia. En este dicho, vulgar si se quiere, hay implícita una profunda reflexión de una abuela; es decir, de una mujer que sabe de lo efímera que es la vida; que sabe acerca del sinsentido de estas intervenciones quirúrgicas vanidosas que incluso pueden adelantar la muerte de muchas de las personas que se someten a ello. Sin que ella lo supiera, hace más de cuatrocientos años, el gran poeta español Francisco de Quevedo* opinó lo mismo, aunque con palabras floridas:
*Francisco de Quevedo en su poema A un rosal. Este poema está disponible de manera libre en la biblioteca digital Internet Archive, en el libro Cultivo de los rosales en macetas de Mariano Vergara (1889, pp.158-159).
Aunque ésta debe ser una de las razones por las que a veces no se opina, considero que la mayor razón que hay para ello es la incapacidad que muchas veces tenemos para formarnos juicios propios. Es cuando “nos pegamos” de lo que otros han dicho y hasta lo consideramos como un razonamiento nuestro.
La opinión se funda en el intelecto de cada quien y cada quien es libre de expresarla o no, según su parecer y según también su capacidad discursiva, lo cual no es indicador de la validez del dictamen al que se hace referencia. En este dicho, vulgar si se quiere, hay implícita una profunda reflexión de una abuela; es decir, de una mujer que sabe de lo efímera que es la vida; que sabe acerca del sinsentido de estas intervenciones quirúrgicas vanidosas que incluso pueden adelantar la muerte de muchas de las personas que se someten a ello. Sin que ella lo supiera, hace más de cuatrocientos años, el gran poeta español Francisco de Quevedo* opinó lo mismo, aunque con palabras floridas:
“¿De qué sirve presumir,
rosal, de buen parecer
si aún no acabas de nacer
cuando empiezas a morir?
Hace llorar y reír
vivo y muerto tu arrebol
en un día o en un sol:
desde el Oriente al ocaso
va tu hermosura en un paso,
y en menos tu perfección.
Rosal, menos presunción
¿dónde están las clavellinas?
Pues serán mañana espinas
las que ahora rosas son.”
rosal, de buen parecer
si aún no acabas de nacer
cuando empiezas a morir?
Hace llorar y reír
vivo y muerto tu arrebol
en un día o en un sol:
desde el Oriente al ocaso
va tu hermosura en un paso,
y en menos tu perfección.
Rosal, menos presunción
¿dónde están las clavellinas?
Pues serán mañana espinas
las que ahora rosas son.”
*Francisco de Quevedo en su poema A un rosal. Este poema está disponible de manera libre en la biblioteca digital Internet Archive, en el libro Cultivo de los rosales en macetas de Mariano Vergara (1889, pp.158-159).